La mejor manera de conocer a una sociedad es observar su producción cultural. En el caso de los Estados Unidos, su cosmogonía e ideología es perfectamente legible en sus películas. Hace unos días vi una cinta que me dejó horrorizada y no precisamente porque se trate de un filme de suspenso o terror, sino precisamente por lo que pude leer en ella.
La película de la que hablo es 30 días de noche, la cual está basada en un cómic de tres tomos. Pongámonos un poco en el papel protagónico de la historia para poder entenderla mejor: imaginemos que estamos en Barrow, Alaska, una gélida población en la mitad de la nada con poco más de quinientos habitantes, la mayoría de ellos están a punto de abandonar el lugar pues se aproximan treinta días de noche. Justo en este momento comienzan a suceder cosas extrañas: celulares que fueron robados y quemados, todos los perros de trineo asesinados, la única avioneta en el pueblo es descompuesta, no hay teléfonos ni luz… Aparece un extraño en la cafetería, el cual, además de lucir y actuar anormalmente, comienza a hablar –con un acento ajeno y una voz cuasi metálica- de lo que está por venir y lo horrible que será aunque sin precisar detalles sobre “ellos”. A continuación, se encuentran los primeros cadáveres de vecinos brutalmente matados… “Ellos” comienzan a acercarse a la civilización, iniciándose así el caos y la orgía de sangre. Indefensos, sin saber qué está pasando, tus vecinos, amigos y familiares son atacados bestialmente por forasteros que se muestran inhumanos, hablan una lengua exótica y parecen tener una implacable sed de sangre…
¿Suena familiar? ¿Qué tal si nos remitimos al famoso 9/11 que provocó justo estas emociones a los habitantes del país más poderoso del mundo? Sólo que en este caso, la metáfora está centrada en vampiros. Pero… ¿son realmente estas criaturas chupasangre las que les causan miedo? Creo que la respuesta es negativa. Lo que origina este terror es la vuelta a la naturaleza, el hombre desvalido de las ventajas que le provee la modernidad y posmodernidad; la incomunicación, saber que no hay modo de contactar al mundo “real”, que no hay manera de llamar a alguien buscando ayuda en el mundo que creíste tan seguro. “Y ahora… ¿quién podrá ayudarnos?”
Pero no, no está el Chapulín colorado, ni Supermán, Batman, Spiderman o cualquier superhéroe que te rescate. Sólo cuentas con las herramientas físicas que la naturaleza te ha dado, porque sobra decir que las armas no pueden en contra de entes aparentemente invencibles para el ser humano… ¿Ya te dio miedo?
De esta manera queda patente una xenofobia francamente impresionante seguida por una violencia pornográfica. En esta cinta el color rojo es una constante, de hecho, se necesitaron 4, 000 litros de sangre falsa. En resumen: el mensaje es que debes acabar con todo aquel que luzca distinto, que hable una lengua extraña, que tenga costumbres distintas, que vista diferente o, en otras palabras, aquel que amenace el american way of life, aquel que perturba el sentido de paz y seguridad que brinda la homogeneidad.
Por otro lado, no debemos olvidar que el extranjero puede convertir a algunos de los “buenos” a esas usanzas raras, ¿qué se hace en esos casos? No queda más remedio que sacrificarlos, ¿qué tal que nos cambia también a los demás?
Per se, todo lo anterior me atemoriza, quiere decir que todos estamos en la mira del gringo, quien está extraordinariamente asustado por todo aquello que no entra dentro de su esquema (o sea casi todo), pero lo que de verdad me horrorizó fue cuando aparece en escena una niña vampiro (por cierto en una tienda de abarrotes que aunque en el lugar más recóndito, acepta visa y mastercard), quien se está comiendo a una persona y como ya hemos visto, hay que cortarle la cabeza… Traducción: no importa que sea un pequeño y menos aún que sea mujer, si está mal por estar fuera del estándar, tú haces bien en matarla, no vaya a ser que crezca y sea igual que su gente… ¡A ese grado llega su xenofobia!
A cada momento el temor y paranoia norteamericanas se intensifican, pero no hay nada que podamos hacer, no entienden que sus peores enemigos son ellos mismos y no es de extrañar que se asesinen entre ellos, ya Michael Moore daba su perspectiva en su documental Masacre en Columbine.
Tampoco debe sorprendernos que esta cinta sea catalogada por muchos como una de las mejores películas de vampiros en la última década: tiene una buena dirección, fotografía, edición y actuaciones (aunque me reservo mi opinión sobre el guión). En conclusión, con tomas muy cerradas y acercamientos con atención a todos los detalles, contiene todos los elementos de terror posible: sobresaltos, violencia, incertidumbre, desamparo y tintes de terrorismo, ultimados con el toque del atemorizante monstruo que ha vivido en nuestras pesadillas desde niños.